Finisterre

Las vacaciones del verano de 2010, no las organizamos para hacer un viaje en bici (como si vereis en otras páginas de Grandes Rutas), sino que viajamos a un sitio en el que poder dar unos pedales sin demasiado calor, combinarlo con el buen comer, y disfrutar esos días de descanso y desxonexión con la familia y amigos. Cuando te planteas estos requisitos, casi es obligado pensar en el norte de España y dado que el verano anterior habíamos rodado por Asturias, éste pensamos en conocer algo de Galiacia: elegimos Finisterre, seguro que en parte, por ser la etapa extra del Camino de Santiago que nos hubiera gustado hacer unos años atrás.

Tras buscar varias casas rurales por la zona, decidimos ubicarnos en O Pindo, un pequeñisimo pueblo costero situado entre Finisterre, Cee, y Carnota. Una casa situada a dos minutos de la playa, en la falda del monte Pindo (con bonitas rutas para senderistas) y con vistas a la mole de piedra que es el cabo de Finisterre, con unos atardeceres que no tienen precio, como diría el anuncio. El pueblo no es de los que más encanto puedan tener en la zona (que me disculpen los lugareños), pero esta muy bien ubicado y sin duda nos llamó la atención por la hospitalidad de sus gentes (y especialmente de los propietarios de la casa). Como ejemplo, recuerdo que nos apuntamos a una sardinada en las fiestas del pueblo, desde luego nos tenían identificados como "los forasteros"... y en la nave en la que se hacía se volcaron con nosotros para que no nos faltase de nada: ni sitio ni vino no sardinas. También es de justicia decir que había otros lugares como el "bar del venao" (así es conocido el propieratio en el pueblo) dónde la amabilidad o el trato excelente no son lo que precisamente le hacen destacar... pero si disculpas esto y valoras su cocina casera, marisquito, pulpo y demás viandas de la zona en un ambiente "vintage", la visita mererce la pena. De hecho nosotros repetimos varias veces.


Respecto a la bici, bueno, en 5 días completos que pasamos allí no nos dió tiempo a demasiado, pero lo aprovechamos todo lo que pudimos. Hicimos una ruta hasta Finisterre, otra desde Finisterre hacía el norte, combinando la costa con el interior, otra saliendo de Cee hacia el interior, y por último por la zona de Carnota, dónde subiendo un poco puedes disfrutar de unas vistas espectaculares de la playa (Atlántico) y de la ría de Noya y Muros.

Todas las rutas, tenían algo en común (como casi todas las que puedes hacer por el norte, pegado a la costa), eran rompepiernas, no hay grandísimas subidas, pero si continuos repechos, parece qe los kilómetros no pasan. En todas ellas, los paisajes una pasada y siempre con algún sendero divertido (o conrtaguegos a veces). También tubimos muchísimas suerte y el tiempo nos respetó, no llovió ni un día, de hecho en alguna ruta pasamos calor casi como si estubiésemos en la Pedriza en pleno agosto.

Como anécdota, decir que el título de este Blog, es precisamente una frase de ese viaje. Tras un madrgón, apaenas amaneciendo, intentando desayunar algo y habíendo dormido poco... alguien preguntó ¿por qué somos de las bicis?, lo que quiere decir: por qué estos madrugones, por qué no dormir más, ir a la playa tranquilamente, tomar el aperitivo y las cercevitas sin necesidad de darnos la paliza... La respuesta la confirmamos unas horas después, cuando a mitad de una de las rutas, dimos e una playa al norte de Finisterre. Virgen, con algunos surfistas que se estaban despertado en sus autocaravanas, preparandose el café, viéndo qué olas vienen y con un chiringuito en un espigón de la playa dónde las Estrella de Galicia y la ración de pulpo, podían ser como las de cuaquier otro sitio... pero en ese lugar y en ese ambiente, sabían diferente. La misma persona que lo perguntó, el Sr. O, fue quien respondío: por esto somos de las bicis!


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