Camino de Santiago

Diario de un Peregrino

En esta página transcribimos el diario que llevó Pedro a lo largo del Camino en el que le aompañamos tres personas más. Con ello queremos no sólo compartir una gran experiencia, sino también animar a cualquiera que se esté planteando hacerlo y ayudar a quién esté decidido a ello ya que recoge muchísmos detalles sobre el camino, los pueblos, lugares emblemáticos, albergues, etc..

¡Buen Camino!

Introducción. Abril 2007



En el verano del 2005, Mónica y yo hicimos el Camino de Santiago. Cumplía así un sueño que anhelaba desde hacía casi veinte años, desde la primera vez que visité con mi familia Santiago de Compostela y contemple la grandeza de su Catedral y la emoción que embargaba a los peregrinos cuando cruzaban el Pórtico de la Gloria. Seguimos el itinerario del denominado Camino Francés, empezando en León ante el temor de no ser capaces de realizarlo “completo” (desde Roncesvalles). Fueron trece días durísimos en los que muchas veces llegamos a pensar que no lo lograríamos, días repletos de momentos de felicidad incontenible pero también de tramos de una dureza tremenda. Sin embargo, es tal la plenitud que se alcanza al entrar en la Plaza del Obradoiro que en ese instante supimos que algún día volveremos a hacer el Camino, pero esta vez completo.



Aquel día, 12 de Agosto de 2005, Mónica le pidió al Apóstol Santiago que nos “echara una mano”. Hacía algunos meses que habíamos decidido por fin tener un hijo y hasta ese momento no lo habíamos conseguido. Prometió además que si lo lográbamos y todo salía bien volvería en peregrinación a darle las gracias. Nueve meses después de aquella promesa, Mónica se quedaba embarazada, dando a luz a Alicia el 27 de Febrero de 2007. Todo fue de maravilla, tanto el embarazo como el parto, y puedo decir a día de hoy que el Apóstol nos bendijo con una niña maravillosa: sana, buena, cariñosa, preciosa,...



Así pues, nos tocaba a nosotros. Mónica no podía separarse de nuestra pequeña princesa, por lo que decidimos que yo asumiera la promesa y cumpliera con el Apóstol por los dos. Por motivos de tiempo, decidí realizarlo en bicicleta, uniendo así al aspecto sentimental principal otro de mero reto deportivo. Contaba para ello con la inestimable ayuda de tres amigos que habían decidido unirse a la aventura: Sergio, Oscar y Rubi. Este es el cuaderno de bitácora del cumplimiento de una promesa y de una de las experiencias más inolvidables de mi vida.






Miércoles 18 de Abril de 2007: Madrid - Roncesvalles


Roncesvalles: 21.50 h.

Quedan 10 minutos para que se apaguen las luces del Refugio de Peregrinos de Roncesvalles. El día de hoy ha sido largo y, sobre todo, muy raro, lleno de emociones encontradas. Ha comenzado el gran reto después de semanas de preparación y de meses hablando del tema, después de tantas charlas planificando y preguntándonos si podremos conseguir cubrir los 800 kilómetros de distancia que separan Roncesvalles de Santiago de Compostela en sólo 9 días con nuestro, seremos sinceros, escaso nivel de preparación física pero exceso de entusiasmo.

La etapa de hoy era a priori la más sencilla ya que no hay que dar pedales. Alquilamos dos coches en Madrid en los que podemos viajar confortablemente por parejas con nuestras bicis y alforjas (si ya andando me pareció una pasada cargar con 8kg, los más de 12kg que llevo ahora me parecen una locura, pero no queda otra ya que añadimos esta vez la ropa y el material específico para la bici). Salimos sobre las 10.30 de la Ciudad de los Angeles con mucha ilusión y sin ninguna prisa, pues no dependemos del autobús que sube a las 16.00 desde Pamplona hasta Roncesvalles, ya que el padre de Sergio ha hablado con un amigo suyo de la zona, Joseba, para que nos recoja en el aeropuerto de Noain, donde entregaremos los coches de alquiler, y nos suba a Roncesvalles en su pick-up.

Tras algo más de cuatro horas, con la parada correspondiente en Lerma para estirar las piernas, llegamos al aeropuerto de Pamplona a las 15.30, donde nos recoge Joseba que, no sólo nos hace un enorme favor, sino que resulta ser un hombre encantador que nos ameniza el viaje de subida a Roncesvalles contándonos mil anécdotas de nuestro gran ídolo, Miguel Indurain, anécdotas de esas que sólo conocen sus vecinos que le han visto crecer pero que cuando las oyes hacen que todavía le admires más (como aquello de que a los dos días de ganar el Tour ya estaba subido en el tractor con su padre trabajando en las labores del campo, haciendo gala de su grandeza y humildad, por ejemplo). Y mientras le escuchamos vamos intuyendo lo que nos espera mañana: ni un sólo kilometro llano.

Ya en Roncesvalles, descargamos el equipaje, montamos las bicicletas, nos despedimos de Joseba y tratamos de conseguir plaza en alguno de los dos albergues. Sellamos la credencial en la Real Colegiata y nos dan cobijo en el Refugio de Peregrinos, una antigua iglesia reconvertida en Albergue. Tras acomodarnos, una cerveza y una tapa (son las 18.30 y aun no hemos comido) compartida con “el pelos”, un amigo de Oscar que vive en Pamplona y que ha subido a visitarnos. Mañana, camino de Puente de la Reina, prometemos desayunar con el a media mañana en su rato de descanso.

En cuanto a Roncesvalles, poco que decir. Aparte de los dos albergues, los dos hostales y la Colegiata, no hay nada más. Hemos acudido a la bendición de los peregrinos, que ha resultado muy distinta a lo esperado. No es sino una misa en la que el cierre se dedica a bendecir a los peregrinos, pero de una manera bastante fría y mecánica. Nada que ver con el recuerdo que tengo de la bendición de los monjes de Rabanal del Camino.

A las 20.30 cenamos el menú del peregrino en un bar del pueblo, compartiendo mesa redonda con un montón de peregrinos, todos ellos a pie, que empiezan mañana su aventura o que llegan hoy de St. Jean de Pied de Port, una buena oportunidad para conocer a peregrinos veteranos que repiten experiencia y te dan consejos valiosos y para conocer a peregrinos noveles con los que compartir la ilusión que nos embarga de cara a mañana.

El día de mañana se presenta lleno de dudas, pero también de ilusión y ganas de probarme. A priori es un día relativamente sencillo, sin excesivo kilometraje y con perfil que tiende a bajar, aunque acabemos con el famoso Alto del Perdón.

Bueno, mañana sigo que hoy se ha hecho un poco tarde y ya apagan las luces. 22.00 h, mañana a las 06.00 en pie.








Jueves 19 de Abril de 2007: Roncesvalles - Puente la Reina
(83,4km_16’59km/h)



Puente la Reina: 22.15 h.

Primera toma de contacto con lo que nos espera; esto va a ser muy duro. Nos han despertado a las 06.00 con cánticos de “Aleluya”. Dado lo mal que he dormido y la mala noche que he pasado, creo que levantarnos tan pronto ha sido lo mejor que nos ha podido pasar. No deja de ser mala suerte que en una sala donde duermen 80 personas de las que sólo una ronca, nos haya tenido que tocar justo debajo a Sergio y a mi. Claro, que si mi noche ha sido curiosa, la de Sergio ha debido ser de aúpa, acostumbrado como está a dormirse tarde me ha confesado después que cuando nos han despertado se acababa de dormir; de hecho, según han empezado los cánticos ha abierto un ojo y me ha dicho medio dormido: “Pedro, ¿donde nos has traído?”.

Hemos tenido que hacer tiempo hasta que amaneciera y a las 07.00 hemos empezado a rodar. Los primeros tramos se hacen rápidos y muy divertidos, por senderos entre hayas, abedules, robles y pinos, cogiendo velocidad por el perfil que tiende a bajar y por la rápida inercia que se coge con las alforjas, llegamos enseguida a Espinal. A partir de aquí, la cosa cambia radicalmente. Comienza la ascensión al alto de Mezkiriz, que tras un inicio no demasiado complicado se convierte en un sendero totalmente embarrado imposible de ciclar con alforjas. Primer pie a tierra de la jornada. Por suerte, al llegar arriba comienza un camino llano muy agradable entre prados que permite recuperar fuerzas antes de afrontar una bajada que, por desgracia, nos vemos obligados a hacer a pie ya que con el peso de las alforjas y los guijarros de punta que surgen del suelo es muy probable que suframos un reventón o que provoquemos alguna raja en la cubierta. Así, después de algo más de 10 kilómetros, más de una hora y muchos tramos a pie comprendemos que en esta época del año hay que tirar más de lo previsto de la carretera, pues cualquier otra opción no pasa de ser una utopia. Además, a este problema se le une el primer contratiempo mecánico: a Sergio se le están empezando a rajar las alforjas; la única solución pasa por no forzar con estos caminos de cabras y mandar a casa por Correos desde Pamplona parte de su equipaje para aligerar la carga.

En Litzoain paramos a tomar un café y comer algo, pues aún no hemos desayunado. En este punto se ha unido a nosotros Basilio, un chico de A Coruña que hace el Camino en solitario y que demuestra tener muchísimo espíritu y entusiasmo, pues si yo tengo que hacer el Camino con la bicicleta que el lleva, con las alforjas cogidas con bridas y sin ningún tipo de información de lo que le espera (lleva las etapas apuntadas a boli en una hoja de cuaderno recortada), seguramente me quedo en casa. A esto se le une que no anda sobrado precisamente de forma física, pero es todo entusiasmo.

Tras un ligero desayuno, no hemos querido abusar porque en Pamplona nos espera el pelos para un buen almuerzo, afrontamos el Alto de Erro, que nos sirve para descubrir que mis piernas no suben y que Rubi va como un tiro. No se hace especialmente duro a pesar de ser casi 5 km de ascenso. El descenso, también por carretera siguiendo la N-135, se hace muy rápido, para mi gusto demasiado, ya que Rubi se pone a bajar cual Perico Delgado a tumba abierta, lo que me hace agarrarme un cabreo considerable y así se lo digo: no creo que sea necesario andar con tonterías y jugarnos el tipo en un descenso por carretera, cortando en las curvas sin saber lo que nos vamos a encontrar, por una zona que no conocemos y sin saber aun como van a reaccionar nuestros frenos con las alforjas, me parece sencillamente una irresponsabilidad. Así lo asume Rubi también y con un abrazo ante el puente gótico de Zubiri sellamos el asunto.

A partir de aquí, mucho asfalto hasta Pamplona, pasando por Villaba donde hemos hecho unas fotos delante de la estatua de Miguel Indurain y de su propia casa (mira que somos friquis). Ya en Pamplona hemos parado más de una hora para almorzar con el pelos y visitar la ciudad: la plaza del ayuntamiento, la famosa curva de estafeta, la estatua de Hemingway, el Paseo Sarasate, la Ciudadela,... Qué ciudad tan bonita y cuantos recuerdos de los tres meses que pasé aquí trabajando hace dos años. Además, hemos aprovechado para hacer el envío de Sergio y para pasarnos por la Vinoteca Murillo a comprar una botellita de Batsarana Etiqueta Negra con la que brindar esta tarde por la consecución de la primera etapa y por lo que nos queda por vivir.


Salimos de Pamplona por Cizur y tomamos la NA-1110 hacía el Alto del Perdón, y en este tramo de carretera nos encontramos con una estampa curiosa. Un ciclista con una peculiar bicicleta en la cual va cómodamente sentado y, como él nos dice, “disfrutando del cielo, no como en esas bicis que vas humillado todo el camino mirando al suelo”.

Encaramos por fin el Alto del Perdón, un puerto corto de sólo 3 kilómetros pero bastante duro, que sirve para confirmar que mis piernas no suben, que Rubi va mucho mejor de lo que se preveía después de las últimas salidas por Madrid y que Basilio se pierde definitivamente.

Tras un rápido descenso, llegamos a Puente la Reina a las 16.00h, comprobando que donde se suponían 65 km de etapa el cuentakilómetros marca 83 (esperemos que esta no sea la tónica general, porque bastante tenemos con lo que se supone tenemos que hacer como para añadir kilómetros extra). Directos al albergue de peregrinos de los Padres Reparadores: muy cuidado, limpio y cómodo. Dejamos las bicis en un patio interior, una buena ducha y a dar una vuelta por el pueblo. Comemos sobre las 17.00h unos bocatas en un bar que ya había cerrado la cocina, pero avisan a la cocinera que vive cerca de allí para ver si no le importa bajar a hacerlos y se ofrece encantada (buena gente y ganas de agradar, algo que falta normalmente en Madrid donde si te pasase algo parecido lo más probable es que te mandaran a un McDonalds). Lomo con queso y tortilla de chistorra que saben a gloria. Ya terminando con el homenaje aparece Basilio que se paró a comer antes del Alto del Perdón; a su ritmo, pero ha llegado al mismo sitio que nosotros, con los mismos ánimos y las mismas ganas.


Un paseo hasta el puente que da nombre a la ciudad, algunas fotos, algo de compra para preparar pasta esta noche para cenar y de vuelta al albergue, a disfrutar de uno de esos momentos que sin duda serán recordados siempre que pensemos en esta aventura: aprovechamos que está haciendo un día maravilloso, con un sol impropio de esta época del año, para pasar la tarde disfrutando de la botella de pacharán que hemos comprado en Pamplona tirados en el patio del albergue. Tarde agradable de charla entre amigos, pensando en lo que nos espera.




Viernes 20 de Abril de 2007: Puente la Reina - Nájera
(103,6km_15’01km/h)

Nájera: 22.10 h.

El día de hoy ha sido, sin lugar a dudas, el día más duro físicamente de toda mi vida: no es que me halla dado el tío del mazo, es que se ha sentado conmigo en la bici y ha hecho los últimos kilómetros del día conmigo. He llegado a pensar en dejarlo. Vamos por partes.

 Empezábamos a rodar a las 08.15 de la mañana. Parece que nos acompañará otro maravilloso día de sol, como así ha sido. Aunque habíamos leído en diferentes guías que el tramo hasta Estella era recomendable hacerlo por carretera en esta época del año por el tipo de terreno, ya que aunque ciclable no merecía la pena el esfuerzo, nos hemos decidido por seguir el camino original, empezando por la calzada romana que nos lleva hasta Cirauqui. Pues bien, las guías tenían razón: los diez primeros kilómetros están llenos de sube bajas por una arcilla rojiza que a pesar del calor aún conserva la humedad de las lluvias primaverales y que se pega a las ruedas como una lapa (si ya lo haría sin alforjas, con el peso de las alforjas directamente no hay quien de dos pedaladas seguidas), por lo que nos hemos dedicado más a tirar de las bicis que a montar. Llegar a Estella nos ha llevado un gran esfuerzo que se ha arrastrado ya todo el día.

Al salir de Estella hemos llegado a las Bodegas Irache, y como manda la tradición hemos bebido agua y vino de las dos fuentes que ofrecen a los peregrinos. Hemos parado también un buen rato en el Monasterio de Santa María la Real de Irache, donde hemos mantenido una agradable charla con un párroco de la zona que también estaba de visita y que ha resultado ser una persona bastante peculiar.

Al bajar del Monasterio, nos encontramos con dos opciones, una por carretera y pistas asfaltadas fundamentalmente y otra por senderos y, aunque supone añadir cuatro o cinco kilómetros a la ruta, decidimos ir por los senderos. Opción que a posteriori se ha demostrado muy divertida, pues hemos disfrutado como enanos ese tramo, pero que por otro lado ha añadido aún más carga a un día que ya estaba bastante cargado desde el comienzo. Pero como decía, lo cierto es que hemos gozado con esos estrechos senderitos entre arboles que permitían coger cierta velocidad y disfrutar de la conducción. Al salir del bosque, hemos parado un rato a descansar, comer las perceptivas barritas y refrescarnos, porque el maravilloso día se había convertido a estas alturas en un calor bastante agobiante que empezaba a hacer mella.


Seguimos camino, volviendo a la aburrida carretera que nos llevará hasta Viana, llena de toboganes y sin mayor encanto que el descontar kilómetros con más facilidad. El camino original discurre por pistas, pero decidimos acortar por carretera hasta Viana para recuperar parte del tiempo de retraso que hemos acumulado. Y nos encontramos con una sorpresa: Basilio, que se quedó en los primeros kilómetros, se reengancha por unos instantes cuando le adelantamos por la carretera, pues ha decidido no tomar el itinerario de los senderos y ha recuperado mucho tiempo con respecto a nosotros. Poco más adelante, en medio de los sube-baja del asfalto vuelve a decir que prefiere ir a su ritmo y le dejamos atrás.

Un poco más adelante, el calor que desprende el asfalto y la kilometrada que llevamos empieza a hacer mella, especialmente en Óscar y en mi, hasta el punto de tener que parar a la sombra de una marquesina de autobús en mitad de la carretera para tomar aliento y endiñarnos un poco de azúcar que nos de las fuerzas necesarias para alcanzar Viana, donde pararemos a comer con calma.

Ya en Viana hacemos una buena parada, necesaria dado que por momentos hemos llegado a pensar que nunca íbamos a llegar hasta aquí pues los últimos tramos de carretera con tanto tobogán se han hecho durísimos e interminables con tanto calor. Primero, menú del peregrino y luego siesta de una horita en un parque con unas vistas realmente bonitas. Tras este rato de descanso, pasadas las 16.30 seguimos camino a Nájera con la perspectiva de que sólo nos quedan 30km para acabar el día. Avanzamos muy rápido hasta Logroño, primero por caminos y luego atravesando aburridos polígonos industriales. Atravesamos Logroño sin parar siquiera a hacernos una foto, ya que se nos hecha la tarde encima y no vamos sobrados de tiempo precisamente. Llegamos a La Grajera, un breve respiro junto a un pequeño lago, y seguimos dirección Navarrete. La tarde avanza rápido y muy divertida: la siesta y el descanso han sentado bien, las piernas responden y el terreno ayuda pues es sobre todo pisteo y caminos sencillos. Subimos el Alto de San Antón, sencillo en un principio y algo más técnico para terminar, pero se supera bien. Desde aquí, sólo quedan 10 kilómetros hasta Najera, primero en descenso divertido, luego un tramo de falso llano por carretera y para terminar una bajada de 3 o 4 km por asfalto muy rápida y sin complicaciones.

Pues bien, estos 10 kilómetros han constituido para mi un verdadero infierno, ya que el tío del mazo se ha adueñado de mi y no había manera de avanzar, hasta el punto de llegar a llanear un par de kilómetros con plato mediano y piñón grande y no superar los 6-8km/h. Se añadía la sensación de agobio, pues circulábamos por el estrecho arcén de una carretera en obras de doble dirección con muchísimo tráfico a esas horas. He llegado a pensar en dejarlo y volverme a Madrid. Aunque parezca increíble, por “suerte” Rubi ha reventado una rueda, rajando la cubierta, lo que ha obligado a que paráramos media hora a que Sergio se inventara algo con lo que arreglar el reventón y salir del apuro, y ha sido esa media hora que he podido descansar y hablar por teléfono con casa lo que me ha dado la vida. Mientras Sergio, Rubi y Oscar se encargaban del reventón, Mónica me ha estado motivando y convenciendo de que puedo con ello y de que no me precipitara en mi decisión. He acabado dando paseos con Oscar por el arcén a ver si conseguía que el oxígeno volviera a mis piernas y, sobre todo, a mi cabeza, algo de lo que se ha encargado él con sus incansables ánimos y consejos. Tras el arreglo, sólo faltaba un kilómetro más para llegar a la bajada hasta Nájera, la cual he hecho sin dar una sola pedalada, lo que ha terminado de ser mi salvación. Bueno, eso y que hoy el cuentakilómetros no nos ha fallado tanto y a lo inicialmente previsto sólo le hemos añadido 4,5 kilómetros más (de 99 previstos a 103,62 reales), porque si a los 99 kilómetros previstos le llegamos a añadir casi 20 más como hicimos ayer, no se yo como hubiera acabado.

Llegamos al albergue a las 20.00h, 12 horas después de nuestra salida esta mañana desde Puente la Reina. Y cuál es nuestra sorpresa al encontrarnos allí a Basilio, que no sólo ha llegado ya sino que ha tenido el detalle de hablar con los del albergue para que nos guardaran sitio pues estábamos al caer. Nos esperan allí dos hospitaleros muy agradables que nos indican que a las 22.00 cierra el albergue, por lo que nos comentan rápido donde dejarlo todo y nos aconsejan un sitio cercano para cenar algo antes de acostarnos. Por desgracia, la ducha tiene que ser con agua fría, ya que el depósito de agua caliente se ha terminado; lo cierto es que estoy tan cansado que casi hasta agradezco el agua fría para reactivarme el cuerpo.

Mientras esperaba a que el resto terminara de ducharse para irnos a cenar, vuelvo a llamar a casa en busca de ánimos. A esto se ha unido una charla motivacional de todo el grupo mientras compartíamos unas cervezas y unos sandwiches en un bar alemán, donde hemos llegado a un compromiso: todos juntos hasta León, dentro de tres etapas, para dar tiempo al cuerpo a recuperarse y a aclimatarse a estas jornadas maratonianas, y si llegados a León creo sinceramente que no voy a poder con ello y sigo pensando en dejarlo, todos de vuelta a Madrid. Con el estomago lleno y los ánimos algo renovados, aún ha habido tiempo de charlar un rato y relajarnos disfrutando de la maravillosa noche que hace (parece verano), tirados en un parque a la orilla del río Najerilla. A las 22.00h en punto estábamos en el albergue para descansar y prepararnos para la etapa de mañana en la que nos esperan los Montes de Oca. Esperemos que la lleve mejor que esta.



Sábado 21 de Abril de 2007: Nájera - Burgos
(98,3km_14’46km/h)

Burgos: 00.30 h.

Hoy todo ha cambiado y he vuelto a disfrutar sobre la bici. Aunque la noche fue larga y no dormimos demasiado bien, en parte por el cansancio acumulado y en parte por el concierto de ronquidos al que asistimos, conseguimos recuperar y descansar. Al levantarnos las piernas seguían doloridas, pero los ánimos eran otros. Además, hoy he vuelto a comprobar que no me he equivocado con mis compañeros de viaje. En tono de broma, nos hemos autodenominado “La comunidad del Vierillo”, y cada uno tenemos un personaje: Sergio es Gandalf, nuestro gurú y sabio mago de las dos ruedas; Rubi es Aragorn, apuesto y valiente caballero dispuesto siempre a ayudar sea cual sea la aventura; Oscar es mi fiel Sam, siempre a mi lado, compañero infatigable que nunca me deja sólo ni por un instante y que tira de mi sea cual sea la circunstancia; y como no podía ser de otra forma, yo soy Frodo y afronto la misión de llegar al Monte del Destino (Monte do Gozo en este caso) y cumplir con mi promesa. Pues bien, todos y cada uno de ellos me son fieles merecedores de los personajes asignados. Su apoyo es incondicional e inquebrantable y se que sería imposible conseguirlo sin ellos.

Como de costumbre, el día empezaba muy temprano, a las 07.30h estábamos rodando. Tras unas primeras rampas que nos sirven para entrar en calor (aunque nos está haciendo un tiempo espectacular, más propio del mes de junio, por las mañanas el fresco nos acompaña durante un par de horas), recorremos un tramo muy cómodo por tierras riojanas, aunque sin dejar de ascender en ningún momento la pendiente es muy llevadera, con algún repecho de vez en cuando. Tras algo más de 20 kilómetros, fundamentalmente por pistas, llegamos a Santo Domingo de la Calzada, donde aprovechamos para hacer algunas fotos y tomar algo. Tras el descanso, seguimos con nuestro falso llano permanente, acercándonos a la verdadera dificultad del día: los Montes de Oca.


A partir de Belorado, la pendiente se hace bastante más seria, sin llegar a ser todavía demasiado exigente, pero el falso llano ha dado paso a un ascenso sostenido permanente del que las piernas empiezan a ser conscientes. Pero la auténtica ascensión comienza a partir de Villafranca Montes de Oca. El primer kilometro es bastante duro, pero después siguen otros 4 kilómetros mucho más llevaderos, duros pero asequibles, aunque muy incómodos porque en mi vida he comido tantos mosquitos o bichos voladores varios como hoy durante este tramo (había momentos en que parecía que atravesabas una nube de humo negro de tanto mosquito como había). Tras la parada para la pertinente foto en el Monumento a los fusilados en la Guerra Civil, nos esperaba un tramo muy duro hasta llegar al alto de Pedraja: un fuerte descenso seguido de una rampa de algo más de 500 metros con un desnivel que ya sería duro de afrontar en condiciones normales pero al que si le añadimos las alforjas pasa a ser, en mi opinión, implanteable (como demuestra la foto).

Descendemos rápido y divirtiéndonos por buenos caminos hasta Atapuerca, donde hemos parado a “comer” o, mejor dicho, a tomar un par de raciones de escasa calidad y elevado precio con una caña en un bar atestado de turistas. Ahora bien, el Calipo que nos hemos comido después tumbados a la sombrita como si estuviéramos en el mes de agosto nos ha sabido a gloria. Después de un pequeño rato para reposar la comida, nos hemos lanzado a por el último escollo del día: la subida hasta la Cruz de Atapuerca. Por momentos nos hemos visto obligados a echar el pie al suelo, pues a la fuerte pendiente se sumaban multitud de piedras difícilmente salvables con alforjas. A pesar de todo, son algo más de 2 kilómetros por lo que hemos alcanzado el alto muy rápido. A partir de ahí, el descenso ha sido rápido y divertido hasta Cardeñuela y Orbaneja, con mucha piedra suelta y alguna zona técnica que nos ha hecho disfrutar mucho de la bici antes de sumirnos en un último tramo realmente aburrido que atraviesa circunvalaciones y polígonos industriales sin ningún tipo de encanto.

A las 18.30 entrábamos en Burgos, cansados pero con un estado de ánimo muy diferente al que teníamos ayer al llegar a Nájera. Es increíble como cambia todo después de un día en el que las piernas responden y se vuelve a disfrutar sobre la bicicleta. Hemos optado por coger una habitación en un hostal, por lo que hemos podido aprovechar para lavar la ropa sucia, vaciar y reorganizar las alforjas y, sobre todo, darnos una buena ducha, necesaria después de tener que ducharnos ayer con agua fría.


A eso de las 20.00 nos encontramos con todos los deberes hechos: duchados, la ropa lavada, los estiramientos y masajes con cremas y geles varios realizados,... Así que hoy podremos disfrutar de Burgos, hacer algo que por desgracia no pudimos hacer ayer en Nájera y que me dio bastante rabia, pues por lo poco que pudimos ver debe ser una ciudad con mucho que conocer y merecedora de una escapada de fin de semana. Así pues, nos vamos a dar una vuelta y tomar unas cañas aprovechando que es sábado y que hay muy buen ambiente en la ciudad. Tras un brindis con unas Estrella de Galicia que nos han sabido a gloria, hemos encontrado un restaurante muy agradable y tranquilo donde nos hemos dado un señor homenaje: buena carne, buen vino, increíble tarta de queso y pacharán acompañado de una buena conversación para rematar un día que nos ha venido muy bien a todos para acabar con los fantasmas que nos invadieron ayer.

Y ahora a la cama. Espero dormir a gusto por primera vez en 4 días, en parte por la falta de ronquidos y en parte por la relajación y buen cuerpo que me ha dejado el paseo por Burgos. Son las 00.40, a ver que tal mañana.



Domingo 22 de Abril de 2007: Burgos - Carrión de los Condes
(100,2km_17’87km/h)


Carrión de los Condes: 23.00 h.

Hoy el día ha empezado algo más tarde, pues hemos apurado un poco más en la cama para aprovechar el descanso al máximo. Empezamos a rodar sobre las 09.00 por las desiertas calles de Burgos, totalmente en silencio y sin apenas gente por lo temprano de la hora siendo domingo, hasta el punto que nos cuesta encontrar un bar abierto para desayunar. Nos consta desde el principio que nos enfrentamos a una de las etapas más sencillas, con terreno a priori fácil y de los que cunden, por lo que imprimimos desde muy temprano un ritmo alto. Se confirma mi mejoría, aunque sin llegar a rodar tan bien como se podría esperar después de las últimas salidas por Madrid, por lo menos el cansancio y el sufrimiento se ha vuelto llevadero y soportable.

La etapa de hoy se suponía de transición, y así ha sido hasta llegar a Hornillos del Camino en el kilómetro 20, pero de aquí hasta Hontanas nos encontramos con 10 kilómetros de terreno lleno de piedras y zanjas que, si bien en condiciones normales nos hubieran supuesto un rato de diversión, hoy nos han trastocado totalmente los planes. Resulta que Sergio está teniendo muchos problemas con el eje pedalier, hasta el punto que tema pueda partirse en cualquier momento, por lo que no podemos forzar por este tipo de terrenos hasta que lleguemos a León y podamos encontrar un sitio donde se lo aprieten, pues además es un modelo bastante peculiar y requiere de una llave especial para poder solucionarlo. Así pues, nos hemos visto obligados a dar un rodeo bastante importante por carretera que ha supuesto añadirle 16 kilómetros a los 84 inicialmente previstos para hoy, además aburridos y sin ningún encanto por carreteras comarcales. Esto se ha unido al tremendo calor que estamos soportando para volver a demostrarnos que en esta aventura no existen las etapas de transición.

Con 56 kilómetros sobre las piernas, 40 de ruta más 16 de “regalo”, llegamos al inicio de la Cuesta de Mostelares, el único problema serio de la jornada. Se trata de una dura subida de apenas un par de kilómetros pero con un desnivel importante, especialmente si va unido a cargar con alforjas. Sólo Oscar ha podido realizarlo sin echar el pie a tierra, demostrando una vez más que va como un tiro; se que Sergio también hubiera podido, pero el rechinar constante que sale de su eje pedalier le ha hecho no forzar y ser prudente; Rubi y yo, por contra, no tenemos excusa: Mostelares ha podido con nosotros. Se ha producido aquí una anécdota curiosa. En mitad de ascensión nos hemos encontrado con Basilio, a quien no veíamos desde Nájera, tirando de su bicicleta hacía arriba con toda su paciencia y su entusiasmo: nos cuenta que durmió en el albergue de Burgos y que nos ha adelantado en el rodeo que hemos dado por carretera, demostrándonos una vez más que con ilusión y paciencia se puede con esto, más allá del ritmo que uno lleve. Además, nos ha dejado una frase con lo que nos hemos reído mucho y que creo que a partir de ahora nos acompañará siempre que alguno de nosotros haga alguna pequeña machada en nuestras aventuras; al ser adelantado por Oscar montado sobre la bici, ha levantado la cabeza, se ha parado en seco, se ha dado la vuelta para mirarnos, y con su acento gallego tan característico nos ha exclamado “¡Vuestro amigo toma epo o algo!”.

Tras una rápida y entretenida bajada, enseguida llegamos al andadero pedregoso que nos acompañará hasta León. En sus primeros kilómetros transcurre paralelo al Canal de Castilla hasta cruzarlo, ya casi en Frómista. A las 14.30h hemos parado a comer en este pequeño pero bonito pueblo, donde se encuentra una auténtica joya del románico: San Martín de Tours. Ha sido un lujo echarse una pequeña siesta en un jardín, tumbados en el césped a la sombra de unos pequeños árboles, contemplando esta maravillosa iglesia del siglo XI. Antes, comida rápida básica en una cafetería del pueblo a base de pasta y pizza viendo a Stoner ganar en MotoGp en el gran premio de Turquía.

Después de la reparadora siesta, afrontamos los últimos 20 kilómetros de etapa donde sólo nos enfrentamos a dos dificultades: el tremendo calor que hace hoy, especialmente en un tramo en el que no vamos a encontrar nada de vegetación, y el aburrimiento de un camino llano que transcurre en todo momento pegado a la carretera y sin ningún tipo de aliciente. Una vez más, nos equivocamos, y para darle algo de picantillo a la cosa, se me ocurre pinchar a falta de sólo 5 kilómetros en una zona sin una sóla sombra. Creo que ha sido el pinchazo más odioso de mi vida, qué ganas de llegar a Carrión de los Condes y quitarnos este tramo sin encanto de encima.

Ya en Carrión de los Condes nos alojamos en el Albergue Espíritu Santo que lleva una orden religiosa y en el que nos han tratado de maravilla, hasta el punto de abrir para nosotros sólos una habitación de 16 camas para no separarnos, porque no quedaban cuatro plazas juntas en las habitaciones que ya tenían abiertas, detalle que además ha salido de ellas sin necesidad de pedirlo. Así que esta noche también se presenta propicia para descansar de maravilla.

Después de una buena ducha, damos un paseo por el pueblo (imprescindible la visita a la iglesia de Santiago y su famoso Pantocrator) y a hacer unas cuantas fotos. Al igual que ayer en Burgos, se agradece el llegar relativamente temprano al albergue para poder relajarse dando un paseo y tomando una caña antes de cenar, pues parece que de este modo el descanso luce más. Además, en el pueblo hay ambiente de domingo por la tarde, con los bares llenos de gente viendo al Villarreal ganarle 2-0 al Barcelona y las terracitas montadas. Nos hemos tomado un par de cañas y hemos buscado un restaurante sencillo para cenar un buen menú y compensar la comida rápida de hoy.

Por cierto, con la ropa de calle y el color rojo cangrejo que llevamos se nos debe notar aún más la pinta de peregrinos, porque según hemos entrado donde hemos cenado lo primero que ha hecho el camarero, un tío muy majo por cierto, ha sido ofrecernos el menú del peregrino y pegarnos una vacilada marca de la casa que me imagino le hará a muchos de los que vea con nuestra pinta: nos ofrece como segundo plato a elegir entre “patitas de pescado a la cazuelita, alitas de cordero con patatas o un plato que os aconsejo que probéis a base de hongos putrefactos típicos de la zona”; lo curioso del tema es que nosotros después de escucharle nos decantamos por uno de los tres: dos de nosotros optamos por el cordero, uno se queda con el pescado y otro incluso quiere probar los hongos de la zona. Se puede imaginar la cara con que nos mira, entre condescendiente y descojonada, cuando nos dice: “vamos a ver chicos, como os voy a dar de cenar eso: los peces no tienen patas, el cordero no tiene alas, y por muy típico que sea un hongo putrefacto no deja de ser moho”. Nos hemos descojonado los cinco, hemos elegido entre lo que realmente había en el menú, por cierto muy rico todo, y le hemos agradecido el buen rato. Como dice Oscar, esto sólo demuestra una vez más que estamos dándolo todo y dispuestos a lo que sea.
Y ahora ya en el albergue, a punto de dormirnos, aprovechando el relax y el estar sólos en la habitación para extenderme hoy un poco más. Y ahora a descansar que la etapa de mañana es larga y nos lleva al punto donde empezó todo: León.








Lunes 23 de Abril de 2007: Carrión de los Condes - León
(99,2km_19’72km/h)

León: 01.00 h.

La etapa de hoy se podría calificar como de larga y tremendamente aburrida. Hemos dormido y descansado muy bien, como muestran las pruebas fotográficas. Nos hemos acercado a desayunar al mismo sitio en que cenamos anoche y la verdad es que nos hemos clavado un señor desayuno: café, tostadas, zumo de naranja natural y un sandwich calentito por cabeza formaban el desayuno del peregrino y, aunque dudo mucho que los auténticos peregrinos desayunaran con esta abundancia, a nosotros nos ha sentado de maravilla. Después del homenaje, a las 08.00h nos poníamos en marcha con la idea de, dado el perfil de la etapa, intentar llegar a León temprano para descansar bien esta tarde de cara a lo que nos espera a partir de mañana.

Una vez que hemos comenzado a rodar, el trayecto se ha convertido en una sucesión de kilometros totalmente llanos y sin ningún tipo de encanto por pistas y andaderos en los que era imposible encontrar una sola sombra. Tramo muy sencillo hasta Sahagún, salvo por el calor y por las enormes piedras del camino, una antigua calzada romana, que a estas alturas hacían que el sillín se clavara en nuestros magullados culos a cada pedalada, hasta el punto que hemos tenido que modificar la posición del sillín con el objetivo de ir más apoyados sobre la rabadilla que sentados directamente, pues ha llegado un momento en el que la badana no servía absolutamente para nada.


Parada obligada en Sahagún, pueblo muy bonito en el que merece la pena hacer un pequeño alto para descansar y tomar algo fresco. Y desde ahí, de nuevo sucesión interminable de kilómetros bajo la solana, optando por la calzada de gravilla del Camino Real Francés en lugar de la calzada romana de la antigua Vía Trajana, pues aunque esta segunda opción constituye el Camino original, nuestros magullados culos imploran por dejar por hoy los tramos de pedruscos y buscar un firme algo más llevadero. El terreno pica algo para arriba, se hace rápido y sin ninguna dificultad. Lo mejor del día, lo mucho que cunde rodar en estas condiciones y lo rápido que avanzamos, tanto que llegamos a León antes incluso de comer.

Nos hospedamos en el albergue Ciudad de León, donde ya estuvimos Mónica y yo en su día. Hemos decidido repetir porque, si bien es un albergue municipal muy funcional y sin ningún encanto, se trata de un sitio limpio y muy cómodo para el descanso y con todos los servicios necesarios. Después de una buena ducha y una comida contundente, aprovechamos la tarde para mandar unos mails desde el albergue y poner un par de lavadoras. Ya a media tarde habíamos quedado en el centro con unos primos de Oscar y sus dos niños, una familia encantadora que nos ha hecho de guía y nos ha llevado de cañas por el famoso Barrio Húmedo, cañas que hemos alargado bastante, ya sólos porque las horas no eran las más adecuadas para los pequeños. Además, la noche era perfecta para poder extendernos un poquito, aprovechando que mañana tenemos previsto levantarnos más tarde y sin prisa porque tenemos que llevar la bici de Sergio al mecánico para que le arreglen el eje pedalier, y que el albergue de León no pone hora de toque de queda.

Ahora ya, a la una de la madrugada, estoy apunto de dormirme con la energía que me da el cambio radical de ánimos de los dos últimos días (parece que queda lejísimos el momento de hundimiento mental de Nájera) y con la ilusión de empezar ahora con la parte del Camino que conozco y en la que los recuerdos me vendrán a cada momento.








Martes 24 de Abril de 2007: León - Rabanal del Camino
(79km_16’72km/h)


Rabanal del Camino: 22.00 h.

Por fin hemos llegado a la parte del Camino que conozco. La verdad es que ha sido un día muy raro. Para empezar, nos levantamos más tarde de lo habitual y sin ninguna prisa nos acercamos a una cafetería cercana al albergue para desayunar, haciendo tiempo hasta las 10.00 que abre la tienda de bicis que nos han recomendado para que reparemos el eje pedalier de Sergio. Además, de repente el tiempo ha cambiado radicalmente, pasando del inmenso calor más típico del verano de estos días pasados al frío lógico del mes de abril en el norte de España.

Una vez empezamos a rodar nos dirigimos hacía Villadangos del Páramo, pero por error tomamos la variante de Villar de Mazarife, añadiendo 10 kilómetros más a la etapa. Los primeros 50 kilómetros hasta Astorga han sido mis mejores momentos sobre la bici en toda la semana, tirando muy bien, fuerte y con confianza, quizás animado por la motivación de llegar hoy a uno de mis hitos del Camino, o por el subidón motivacional que da pasar por sitios tan emotivos para mi. A pesar de que las guías recomiendan tomar la N-120 a partir de Hospital de Órbigo hasta llegar a Astorga, hemos optado por el Camino tradicional pues no supone excesivas dificultades ya que discurre por buenos caminos y pistas y se hace bastante ameno. Una vez en Astorga, hemos hecho una pequeña parada para contemplar su Catedral y el maravilloso Palacio Gaudí.

Desde aquí retomamos camino hacía Murias de Rechivaldo, donde en principio tenemos previsto parar a comernos un cocido maragato. Sólo cuatro kilómetros separan Astorga de nuestra siguiente parada, sin demasiadas complicaciones aunque pican de manera constante hacia arriba, pero en tan poco recorrido me he venido abajo y todo ha vuelto a ser como los últimos días: cola de grupo, me quedo en cada subida, las piernas no van,...

Comemos con tranquilidad, descansando y disfrutando del cocido, peculiar por el hecho de que se come en orden inverso pero que, más allá de eso, no pasa de ser un cocido normal pero que nos ha sabido a gloria.

Tras la comida nos quedan 15 kilómetros y 250 metros de ascenso por delante hasta llegar a Rabanal, en lo que suponen las primeras rampas hacía la Cruz de Ferro. Entre el cansancio y la comilona, este tramo se ha hecho durísimo. Si bien el camino es bueno, primero por una senda muy cómoda y finalmente por el asfalto de una estrecha carretera, el continuo ascenso ha sido demasiado para mi rodilla derecha que ha hecho crack definitivamente, convirtiéndose en una molestia continua que se agrava a cada pedalada (mañana tendré que recurrir al paracetamol, espero que haga el mismo efecto con la rodilla que conseguía con mi hombro cuando lo hicimos andando, aunque lo de ahora tiene bastante peor pinta).

Una vez en Rabanal me he llevado la pequeña desilusión de no poder alojarnos en el Albergue Gaucelmo (abre a partir de mayo), donde nos alojamos hace dos años, algo que sin embargo se ha convertido en un golpe de suerte porque nos ha permitido conocer a Isabel, una mujer sencillamente encantadora que lleva el Albergue del Pilar y que se ha portado genial con nosotros (incluso nos ha dejado a Sergio y a mi un spray que nos ha indicado que es “especial del ejército” para nuestras maltrechas rodillas). Al llegar le he preguntado por la misa cantada de los monjes, pensando que llegaba con mucho tiempo pues recordaba que era a las 20.00, pero me ha dicho que en primavera la misa es a las 18.30 y que tenía que darme mucha prisa pues faltaba poco más de quince minutos, así que Sergio, Oscar y Rubi se han encargado de recoger mis cosas y yo me he dado una ducha hiper-rápida y he salido corriendo para llegar justo a tiempo.
Así que, por los pelos, pero he podido asistir a la misa cantada de los monjes benedicitinos que tras el oficio de vísperas ofrecen la bendición a los peregrinos; la verdad es que yo no soy religioso, pero es un acto precioso que trasciende los sentimientos religiosos y que me trae grandes recuerdos y que, al igual que hace dos años, me ha transmitido un enorme sentimiento de paz y bienestar. Ha sido un momento muy emotivo para mi en el que han estallado de golpe todos los sentimientos acumulados durante estos días.

Por lo demás, qué decir de este pueblo: tiene algo mágico que te atrapa. Cuando nos hemos juntado los cuatro hemos dado una pequeña vuelta por sus calles empedradas, nos hemos tomado una cerveza tranquilamente y hemos vuelto a cenar al albergue, donde Isabel nos ha agasajado con cuatro platos combinados que en realidad eran fuentes combinadas, de comida sencilla pero servida con tanto cariño que nos han sabido mil veces mejor que el famoso cocido de esta mañana. Hemos acabado compartiendo las fuentes entre los cuatro junto a una buena cerveza y una mejor conversación con peregrinos veteranos que nos auguraban lo que nos espera mañana, especialmente por el tiempo que se nos viene: ahora mismo hace muchísimo frío y llueve desde hace media hora y, según auguran lugareños y veteranos, mañana no nos libra nadie de afrontar la etapa reina bien pasada por agua.
Y ahora a dormir, con los nervios que preceden a un gran día, a ese que traemos marcado en rojo desde el principio: 90 kilómetros con la Cruz de Ferro y O Cebreiro de una tacada. Con este tiempo puede ser un martirio.













Miércoles 25 de Abril de 2007: Rabanal del Camino - O Cebreiro
(88,3km_14’92km/h)






O Cebreiro: 23.30 h.

Se que parece un tópico, pues todos los días escribo lo mismo, pero hoy más que nunca puedo decir que ha sido un día durísimo, seguramente el día físicamente más duro de mi vida. Nos hemos levantado muy temprano, pues éramos conscientes de que se avecinaba una jornada muy larga. Mientras desayunábamos en el albergue, hemos tenido que tomar una decisión: camino original lleno de encanto, buenas vistas y, por desgracia, mucho barro (no ha parado de llover en toda la noche, y cada vez con más fuerza) o alternativa por carretera hasta Molinaseca, y una vez allí valorar según avance el día. Después de escuchar los sabios consejos que nos daban los mismos peregrinos veteranos con los que cenamos anoche y con los que hoy hemos compartido desayuno, nos hemos visto obligados a descartar desde un principio cualquier intento de seguir el camino original (a pesar de la belleza, hubiese sido casi imposible ciclar con alforjas por el mismo con tanto barro).

Así pues, a las 07.30h hemos cubierto nuestras alforjas cada uno como hemos podido (Mónica me hizo una funda con unos chubasqueros viejos que ha funcionado bastante bien, aunque ha habido que apuntalarla con una buena dosis de cinta americana) y a subir se ha dicho. La ascensión a la Cruz de Ferro se ha hecho durísima; son 7,5 kilómetros en los que salvamos un desnivel de 350 metros, lo cual no es a priori excesivo, menos aún por carretera, pero entre el frío, la lluvia constante, el cansancio acumulado, el peso de las alforjas,... A esto se le sumaba en mi caso que ha sido un tramo tremendamente emotivo, ya que con cada pedalada me acercaba a cumplir con una de mis promesas y a uno de los mayores hitos del Camino, por lo que los recuerdos y los sentimientos eran muy intensos. Hubiera sido imposible llegar arriba sin el apoyo constante de Oscar (el auténtico Sam tirando de Frodo, sin duda alguna), sobre todo porque las últimas rampas desde que pasas Foncebadón son de aúpa.
Una vez arriba, hemos parado un rato a descansar, a hacer algunas fotos, y a que yo pudiera hacer mi pequeño ritual cumpliendo con la tradición y con mi promesa.

Pasado el descanso, seguimos por carretera pedaleando por el falso llano que nos lleva hasta Manjarín, pueblo abandonado en el que hoy en día prácticamente sólo queda el famoso Refugio de Tomás “el último Templario”, y a la Base Militar, auténtica culminación del puerto. Rodamos muy unidos, en fila india, con Oscar cerrando el grupo ya que es el único que lleva una luz en condiciones, pues la visibilidad no es todo lo buena que nos gustaría y, aunque no se trate de una carretera excesivamente concurrida, sí que nos cruzamos con alguna que otra furgoneta.

Si el ascenso ha sido implanteable por el camino original, lo del descenso no ha habido ni que discutirlo, pues aunque hubiéramos gozado de un día de sol maravilloso no habríamos podido hacerlo con alforjas. De hecho, si ya andando cuesta bajar por caminos por los que ni las cabras se meterían, cuanto más en bici y con 12kg en las alforjas. No dudo que sin ellas sea un rato de trialeras muy divertido, pero no en nuestras condiciones.

Paramos en El Acebo con la intención de tomar algo caliente en un refugio que tienen unos tíos de la novia de Rubi, pero nos lo encontramos cerrado y sin rastro de ellos (no avisamos de nuestra llegada y ni siquiera están en el pueblo), así que seguimos hasta parar en un bar pegado a la carretera poco antes de llegar a Molinaseca donde aprovechamos para quitarnos un poco la ropa empapada y tomarnos un par de colacaos ardiendo cada uno para ver si conseguimos entrar en calor, pero ni por esas.

Llegamos muy rápido a Molinaseca y seguimos por carretera comarcal hasta Ponferrada, ciudad famosa por su Castillo Templario que apenas nos da tiempo a disfrutar pues pasamos muy deprisa, intentando avanzar kilómetros lo antes posible y con una única obsesión entre ceja y ceja: llegar lo antes posible a Trabadelo, pequeño pueblo en el que nos espera Jose, otro amigo del padre de Sergio que, al igual que Joseba en Roncesvalles, ha resultado ser una bendición para nosotros, pues tiene un pequeño hostal-restaurante en el que nos espera para comer y para que podamos secarnos y descansar un rato. Así pues, seguimos camino muy rápido ahora ya si por el camino original, aprovechando que este transcurre alternando buenas pistas, aunque algo embarradas, con carreteras comarcales muy tranquilas y con tramos en los que directamente se sigue la antigua N-VI, ya sea por la propia calzada o por andaderos habilitados paralelos a la misma. Avanzamos muy deprisa, dando relevos, llegando a rodar por la N-VI a 38km/h y es que las alforjas pesan lo suyo para subir, pero cuando cogen inercia... Hemos pasado Cacabelos y Villafranca del Bierzo al mismo estilo que Ponferrada, sin apenas ver nada. Es una lástima, porque Villafranca es un pueblo precioso que merece la pena visitarse, pero no es el día ni las circunstancias para hacer turismo; sin embargo, todo lo que nos estamos perdiendo me hace pensar que esto hay que repetirlo con más calma, no con las prisas de este viaje en el que estamos obligados a hacerlo en 9 días por la vuelta al trabajo, sino en verano y sin día de llegada ni ruta planificada para empaparse de verdad del Camino, algo que viví mucho más intensamente cuando lo hice a pie que ahora con la velocidad que impone la urgencia por llegar.
Así llegamos a Trabadelo, al Hostal Nova Ruta, donde nos encontramos con Jose que nos está esperando con una copa de vino y un caldito caliente sobre la barra. ¡Qué cosa más rica! No se si era por el frío que llevábamos o por el cariño con el que nos han recibido pero ha sido el caldo que mejor me ha sabido en mi vida. Tras entonar un poco el cuerpo, nos ha dejado un lugar donde poner a calentar la ropa empapada que traíamos, y nos ha llevado al salón del restaurante donde se ha sentado a comer con nosotros y a escuchar nuestras aventuras. Hemos comido de maravilla, disfrutando de las viandas y de la conversación; no hemos tenido mucho tiempo para conocer a Jose, pero me ha parecido una gran persona y ya le hemos apodado nuestro Ángel del Camino. Tras la comilona y el descanso toca volver a nuestras bicis para afrontar la parte final de la etapa: el mítico ascenso a O Cebreiro. Jose se ofrece a subirnos con su furgoneta, ya que según nos dice con todo el agua que ha caído sin parar desde ayer va a ser muy difícil que consigamos llegar arriba antes de que anochezca (según sus palabras, muy difícil por carretera pero imposible como se nos ocurra intentar subir por el camino original), sobre todo porque encima está empezando a caer algo de niebla y va a oscurecer muy temprano. Agradecemos el ofrecimiento pero preferimos seguir adelante: qué mérito tendría entonces todo esto si a las primeras de cambio nos subimos a una furgoneta y que nos lleven.

 Así pues, nos despedimos de Jose y afrontamos los últimos 19 kilómetros del día. Constante subida, pero sencilla y tendida hasta Vega de Valcarce por la antigua N-VI. Han sido 12 kilómetros y 120 metros de desnivel para calentar de nuevo las piernas. A partir de aquí, nos esperan 7 kilómetros de ascenso en los que subiremos más de 600 metros. Atravesamos Vega de Valcarce y el barrio del Hospital Inglés respetando aún el camino original, del que nos desviamos tras un kilómetro de pista asfaltada, ya en constante ascenso. Es una pena no poder intentar subir por el camino original, pues es un ascenso espectacular, pero si ya lo recuerdo duro a pie y con un maravilloso día de verano, como para intentarlo hoy...

Hasta este punto hemos permanecido unidos, pero desde aquí hasta llegar arriba ha sido imposible. Sergio se ha marchado muy pronto, sus piernas van a otra velocidad y le cuesta adaptarse a nuestro ritmo cansino. Rubi le ha seguido durante algo más de un kilometro, pero al llegar a la altura de La Faba ha decidido esperarnos y subir con nosotros. Y mientras Oscar en su papel, como fiel escudero, tirando de mi en una lucha constante por no echar el pie al suelo. Tras alcanzar a Rubi hemos seguido los tres al ritmo que Oscar nos marcaba: está hecho un toro, capaz de bajar su ritmo para adaptarse al nuestro y marcarnos uno que nos permita avanzar sin reventarnos. Así hemos llegado hasta Laguna de Castilla, donde ya el frío era muy intenso y la niebla se nos había echado encima por completo. En este punto, le hemos dicho a Oscar que íbamos bien y que podíamos llegar arriba sólos a nuestro ritmo y el ha tirado en busca de Sergio, que a estas horas ya debe llevar un rato descansando en el albergue, o eso al menos es lo que nos imaginamos.

Seguimos en durísimo ascenso, hasta llegar a un punto en el que no se ve a 5 metros, con una niebla tan espesa y cerrada que no permite tener ningún tipo de referencia de cuánto nos puede faltar. Tras un buen rato de sufrimiento-disfrute (qué tendrá la bici que cuanto más sufres más te engancha), nos encontramos con una bifurcación en la que nos espera Oscar, que ya ha investigado cual de los dos caminos es el correcto y ha vuelto a buscarnos (no hay indicación alguna, me imagino que porque en un día normal sólo hace falta seguir hacía el pueblo que está a apenas 200 metros, pero hoy esta distancia es demasiada para intentar intuir donde está el pueblo y cual de los dos caminos es el correcto). Son casi las 19.00 cuando entramos en O Cebreiro, precioso y mítico pueblo del Camino, que con esta niebla tiene si cabe más encanto, y nos dirigimos directos al albergue para encontrarlo cerrado por obras. Pues va a ser que Sergio no se estaba duchando tranquilamente, sino que nos espera tomando un café bien calentito en la cafetería del Hotel Santuario do Cebreiro y con una mala noticia: albergue cerrado y en el hotel no hay habitación, así que nos toca seguir camino con esta niebla y la noche encima por el arcén de la carretera hasta Hospital de la Condesa, algo que no hace ni pizca de gracia ni por el frío, ni por el cansancio ni por la peligrosidad de meternos en carretera con visibilidad nula. Por suerte, alguien que nos ve en ese momento de desesperación nos habla de una vecina del pueblo que tiene una pequeña tienda y que en la parte de arriba ha montado tres o cuatro habitaciones que alquila para peregrinos, así que decidimos acercarnos a preguntar y encontramos por fin cobijo. Además, es todo un lujo: habitaciones dobles, limpias y bien cuidadas, con su propio baño y la calefacción a todo trapo: qué más podemos pedir!!! Así que dejamos las bicis en la trastera de la tienda, y subimos a darnos una ducha reparadora. Los radiadores no dan a basto para poner tanta ropa encima como necesitamos secar. Sergio y yo dormimos en una de las habitaciones y Oscar y Rubi en la otra.

Tras la ducha y el intento de reorganizar y secar nuestras cosas, salimos a cenar algo. Acabamos de entrar en Galicia, así que donde mejor podremos cenar que en una pulpería. Entramos en la pulpería Antón, que está hablando con dos vecinos que apuran su caña y apunto de cerrar. Le preguntamos si podríamos cenar algo y nos dice que adelante, y en sólo 10 minutos tenemos sobre la mesa un par de raciones da lacón y de un pulpo sencillamente increíble, acompañados por unas buenas jarras de Estrella de Galicia. De repente, el cansancio ha desaparecido. Muchas veces cuando salimos a montar por Madrid, tan temprano en invierno después del frío y el madrugón nos solemos preguntar qué tiene el mundillo del MTB que tanto engancha. Muy sencillo, momentos como este en los que el cansancio desaparece y se convierte en satisfacción plena cuando se comparte una buena cerveza con los amigos después de un gran día de pedales.

Tras la cena, un rato de conversación y tertulia en el único bar que permanece abierto. Balance de la etapa reina: un gran día, muy duro pero muy emocionante, muy intenso física y emocionalmente; estoy orgulloso de lo que estamos haciendo y de los amigos que tengo. Y para terminar, toca analizar lo que nos espera mañana si esta niebla persiste y teniendo en cuenta el estado de los caminos después de tanta lluvia. Además, Sergio ha empezado a quedarse sin pastillas de freno, lo cual es un problema importante teniendo en cuenta lo mucho que tenemos que bajar mañana y que con tanta agua y tanto barro las pastillas se comen a un ritmo endiablado. Está bastante agobiado, pero seguro que algo se inventa, siempre lo hace.



Jueves 26 de Abril de 2007: O Cebreiro - San Xulián
(97,3km_16’12km/h)


San Xulián: 23.00 h.

Durante toda la noche no paró de llover; a eso de las cuatro de la mañana me he despertado y he oído a Sergio moviéndose inquieto en la cama de al lado, así que le he susurrado: “¿estás despierto?”, a lo que me ha contestado “¿y si le pongo unos corchos a las zapatas para poder apurarlas un poco, aguantarán?”. Llevaba toda la noche dándole vueltas a como solucionaba el problema de los frenos. Creo que le he contestado algo así como “estás enfermo, con la paliza que llevamos y tu pensando en los frenos. Me imagino que aguantará, pero ya lo vemos mañana...”, y me he quedado dormido en medio segundo.

Nos hemos levantado tarde, a eso de las 09.00h, y nos hemos acercado a desayunar al Hotel Santuario. Les he regalado una Tau a cada uno como la que nos compramos Moni y yo cuando lo hicimos andando, además en el mismo sitio. A pesar de las muchas capas de ropa y del café ardiendo del desayuno, el frío y la humedad se cala en los huesos desde el primer momento. A eso de las 10.30h, cargábamos las alforjas en las bicis y nos poníamos en marcha, como dicen por aquí con un frío del carallo y una niebla que, si bien sigue siendo muy densa, por lo menos hoy permite ver algo mejor que ayer por la tarde.

Afrontamos los primeros kilómetros camino del Alto do Poio, por carretera, en los que la dificultad reside principalmente en los toboganes que pillan al cuerpo aún frío, en la climatología y la falta de visibilidad y, sobre todo, en las últimas rampas que pican duro hasta llegar a la cima del alto. Alternamos los tramos de arcén de carretera con una pista que discurre paralela a la calzada, pues aunque se encuentra bastante embarrada, el no tener que preocuparse por el tráfico supone una tranquilidad que hace que merezca la pena el esfuerzo extra.

Tras las típicas fotos, iniciamos el descenso hasta Triacastela, muy rápido y siempre por carretera. Son 13 kilómetros en los que pasamos de 1300 a 650 metros de altitud. Es una pena no poder hacerlo por el camino original, pues recuerdo que ya en su día cuando lo hice andando no paraba de pensar lo divertido que debía de ser hacer ese tramo en bici, pero el tiempo y el estado del terreno unido a nuestra inexperiencia en el manejo de la bici con alforjas nos echa para atrás a la hora de afrontar el descenso. Por suerte, las pastillas de Sergio han aguantado la dureza de la bajada con tanta agua.
Nos ha resultado muy curioso llegar a un punto en el que se podía apreciar perfectamente el corte de la niebla. Casi se puede decir que podías tener medio cuerpo fuera y medio cuerpo dentro de la niebla.

Desde Triacastela seguimos dirección Samos, siguiendo íntegramente el camino original en el que se van alternando tramos de carretera, pista asfaltada y caminos cómodos entre castaños y robles. El camino sigue picando siempre para abajo, de manera sostenida y constante, lo que ayuda a que cunda mucho y a avanzar rápido. A pesar de haber salido tan tarde, nos plantamos en Samos a las 12.00h. Empieza a rondar en nuestra cabeza la idea de alargar hoy la etapa si todo sigue como hasta ahora.
Parada obligada en Samos para disfrutar de su maravilloso monasterio, pero sin entretenernos demasiado. Seguimos siempre por carretera hasta Sarria, pueblo mítico del camino por marcar el inicio para todos aquellos peregrinos a pie que sólo quieren hacer los 100km imprescindibles para ganar la Compostela.

Atravesamos Sarria sin mucho detenimiento, y justo a la salida del pueblo paramos a tomar algo en un pequeño bar donde hemos tomado una decisión muy acertada. Llevamos todo el día pisando asfalto, por un lado porque prácticamente toda la etapa de hoy transcurre originalmente por carreteras y pistas asfaltadas y por otro porque el único tramo en el que esto no era así no nos ha quedado más remedio que desviarnos por carretera por prudencia y sentido común (la bajada desde el Alto do Poio hasta Triacastela). Llegamos ahora a un punto en el que debemos decidir: podemos optar por seguir por carretera que nos lleva directamente a Portomarín, de manera que al ritmo que vamos podríamos llegar allí a la hora de comer; o podemos seguir el camino original adentrándonos en caminos, senderos y corredoiras que recuerdo como tremendamente divertidas y con mucho encanto. Así pues, aunque seguro que tragaremos mucho barro, aprovechando que el perfil no es complicado y que vamos muy bien de tiempo hoy, hemos decidido seguir el camino original. ¡Menudo acierto! ¡Como hemos disfrutado de la bici! Subidas suaves, descensos divertidos, sendas rápidas, barro a espuertas pero sin llegar a ser un problema,... Por momentos se nos escapaban gritos de jubilo y entusiasmo. Más de una vez, nos hemos dejado guiar tanto por el disfrute y la velocidad que nos hemos saltado alguna señal y nos ha tocado volver sobre nuestros pasos.

Así nos hemos plantado en el mojón que indica que faltan sólo 100 kilómetros para llegar a Santiago. Foto de rigor y a pensar en donde comemos, que casi sin darnos cuenta nos han dado las 14.30h. Hemos parado en un pequeño restaurante, Mesón Casa Cruceiros, donde hemos disfrutado del mejor menú del peregrino de toda la semana (nos hemos puesto hasta arriba de comida casera sencilla pero contundente para entrar en calor y reponer fuerzas).


Tras una comida pausada y relajada, con pequeña sobremesa incluida, retomamos camino con una idea clara. Son las 16.30h y nos quedan sólo 9 kilómetros hasta Portomarín, donde en principio teníamos previsto dormir, así que podemos intentar añadir 25 más para llegar hasta Palas de Rei y restarle así kilómetros a la etapa de mañana para poder llegar a Santiago lo más temprano posible.

Los 9 kilómetros que nos quedan para llegar a Portomarín siguen la misma dinámica de disfrute que hemos tenido desde que salimos de Sarria. Pero a partir de aquí la cosa ha cambiado y el resto de la tarde se ha convertido en un constante sube-baja, con mucho más sube que baja (de los 24 kilómetros que separan Portomarín de Palas de Rei 20 son para arriba), por carreteras y pistas asfaltadas fundamentalmente que se alternan con pequeños tramos de camino. De hecho, la subida de 13 kilómetros que une Portomarín con el alto de Ligonde nos ha hecho acordarnos de la copiosa comida, en la cual empezamos a pensar que nos hemos excedido, sobre todo en determinados tramos en los que la pendiente se endurecía bastante (el Monte de San Antonio, Toxibo, Castromaior,...).


Hemos llegado a Palas de Rei sobre las 19.30h, pero en lugar de quedarnos hemos decidido seguir 3 kilómetros más hasta San Xulián, una pequeña aldea en la que recordaba que había un pequeño albergue privado en el que Mónica y yo paramos a desayunar en el 2005 y que me dejó muy buena impresión. Ha sido una buena decisión. Al llegar nos hemos encontrado con un matrimonio muy agradable que gestiona el albergue y se preocupa de que no te falte de nada. Estamos sólo nosotros cuatro y dos peregrinas británicas de edad avanzada con las que Oscar ha aprovechado para practicar su inglés a lo largo de la cena. El albergue O Abrigadoiro es muy sencillo pero muy acogedor, con una única sala con literas y un salón en el que al fuego de la chimenea se comparte la cena con el resto de los peregrinos y con los dueños el albergue, sentados todos juntos a la mesa.

Entre el encanto del lugar y el cariño con el que te ponen la cena, sencilla y casera, hace que todo te sepa de maravilla y que la noche sea realmente agradable. Además, al terminar de cenar hemos compartido unos licores de café con el dueño que nos ha contado su peculiar vida. Qué tendrá el Camino que lleva a alguien que tiene su vida totalmente montada en Barcelona, con su trabajo estable y su hipoteca pagada, a dejarlo todo y montar su pequeño negocio al servicio del peregrino cuando tras realizarlo y vivirlo en carne propia queda impregnado por su magia.
Esta aventura llega a su fin. Mañana llegamos a Santiago de Compostela. Los sentimientos son contradictorios. Estoy deseando volver a casa con Mónica y Alicia, pero por otro lado como siempre que uno alcanza un objetivo tanto tiempo anhelado, su consecución deja un alto grado de satisfacción pero también un inevitable vacío interior.



Viernes 27 de Abril de 2007: San Xulián - Santiago de Compostela
(68,9km_15’71km/h)


Santiago de Compostela: 02.00 h.

Nos hemos levantado con calma, pasadas las 07.30h, y tras desayunar tranquilamente al fuego de la chimenea nos hemos preparado para afrontar los últimos kilómetros de esta aventura. Además, el tiempo nos da una tregua y, aunque el frío y la humedad siguen presentes, la lluvia ha parado por completo y el día se presenta despejado. Recogemos las bicis del almacén donde las habíamos guardado y nos encontramos con la primera sorpresa del día: la bici de Rubi está pinchada, así que a entrar en calor a base de darle a la bomba (la verdad es que no nos podemos quejar, pues en 8 días de ruta es sólo el segundo pinchazo, además del reventón de rueda de Rubi camino a Nájera que me vino tan bien en mitad de mi pájara).

A las 09.00h nos poníamos en marcha. Hemos decidido intentar seguir por completo el camino original, pues no recuerdo que nos podamos encontrar con excesivos problemas más allá de la acumulación de barro por las últimas lluvias; además, el día de hoy ya tiene de por sí bastante asfalto, sobre todo llegando a Santiago, como para que nosotros le añadamos más.

Se suceden las corredoiras y caminos entre bosques de eucaliptos y robles, cruzando riachuelos, pueblos y pequeñas aldeas con tramos de carretera y pista asfaltada en un constante perfil rompepiernas que a estas alturas toca bastante “la moral”, pero que no suponen un esfuerzo especialmente importante. Atravesamos Melide (famosa por sus pulperías, lástima que la hora no sea la apropiada para pararse a tomar unas raciones), Ribadiso da Baixo con sus casas de pizarra a orillas del río, Arzúa y Arca do Pino, acercándonos de manera inexorable a la última dificultad del Camino: la subida al aeropuerto de Lavacolla. Se trata de un tramo muy corto pero con unos últimos rampones que hacen que te tiemblen las piernas. El camino es bueno y transcurre entre árboles, muy agradable, idílico para venir sin alforjas de excursión cualquier día, pero después de casi 800 kilómetros y con los 12 kg lastrándote a estas alturas como si llevaras 20, sienta como una patada en los mismisimos... Así que, como siempre, ha sido ponerse a picar para arriba y quedarme descolgado en cola de grupo; pues bien, no se que me ha pasado, si será la ilusión de llegar o que he querido demostrarme a mi mismo que esta semana he estado por debajo de lo que puedo dar, pero de repente he empezado a tirar de manera endiablada y a recuperar terreno para pasar primero a Rubi y luego a Oscar que me preguntaban sorprendidos qué me estaba pasando, llegando al alto casi al mismo tiempo que Sergio, que ha alucinado al verme aparecer sin resuello (me hacía bufando unos cientos metros más atrás) y no ha podido aguantar las carcajadas.

 Claro que el esfuerzo ha tenido sus consecuencias y he acabado tirando la bicicleta y a mi mismo sobre el césped sin poder respirar, buscando oxígeno y descanso desesperadamente con mi corazón a mil por hora, dando pie a una foto que me perseguirá durante mucho tiempo, me temo. Oscar y Rubi se han unido a las carcajadas al alcanzarnos, como no podía ser de otra forma, y así, de tan buen humor, nos hemos lanzado a por los últimos 14 kilómetros.
Los últimos kilómetros del Camino son tan emocionantes a nivel personal como aburridos a nivel ciclístico, pues transcurren entre polígonos industriales y urbanizaciones, siempre por asfalto y con algún pequeño tramo por pistas y carriles paralelos a la carretera. De hecho, ni siquiera el Monte do Gozo tiene el encanto que me imagino tendría en tiempos, pues a día de hoy no hay ningún monte y lo que uno se encuentra es un megacomplejo concebido para el peregrino y para el negocio, con albergue, palacio de convenciones, hotel, restaurantes, tiendas de souvenirs,... Eso sí, por mucho que construyan nadie puede quitarle a este sitio la magia de divisar por primera vez las torres de la Catedral de Santiago (de ahí su nombre, por el gozo que sentían los peregrinos ante esta imagen).

Son las 14.00h y estamos apenas a 4 kilómetros de nuestro objetivo. Pero el gozo que se supone nos debería dar el monte torna en fastidio cuando descubrimos que Rubi a vuelto a pinchar: Murphy, que nos había dejado tranquilos todo el viaje, está haciendo hoy de las suyas. Son tantas las ganas que tenemos de llegar y tan poco lo que nos queda que decidimos inflar la rueda al máximo e intentar llegar así pues al fin y al cabo lo que nos queda es casi todo bajada y callejeo por Santiago hasta la Plaza del Obradoiro. Así que nos lanzamos a toda prisa.

Entramos en Santiago por el barrio de San Lázaro y atravesamos el barrio dos Concheiros buscando la Rúa de San Pedro para acabar en la Porta do Camiño y acceder desde ahí a la ciudad amurallada. En este punto, me he puesto en la boca un chupete de Alicia que llevaba guardado y he hecho los últimos metros con el, ante la cara de sorpresa de aquellos con los que nos cruzábamos y de mis compañeros de aventura. Seguimos callejeando hasta llegar a la Rúa da Azabachería. La rueda de Rubi toca el suelo, pero a falta de tan pocos metros decide que no es momento de pararse a arreglar pinchazos y decide acabar la aventura cual Abraham Olano ganando el mundial de Colombia del 95. Atravesamos la Plaza da Inmaculada contemplando el Monasterio de San Martín Pinario y la fachada norte de la Catedral, para entrar en la Plaza del Obradoiro por la antigua Puerta del Paraiso, donde nos encontramos con un gaitero que hace aún más mágico el momento. Emocionados, hemos llegado al centro de la plaza donde hemos tirado literalmente las bicis y nos hemos fundido los cuatro en un abrazo lleno de emoción.

Fotos, llamadas a casa para compartir el momento con la familia, momentos de reflexión con la mirada perdida en la inmensidad de la fachada de la Catedral que te hace sentir tan pequeño y tan grande a la vez por haberlo conseguido,...

Lo que se siente al entrar en la Plaza del Obradoiro y plantarse delante de la Catedral es algo que no se puede explicar con palabras. Las emociones y sentimientos que te invaden sólo son comprensibles para aquel que ha pasado por esta experiencia. Es tanto y tan intenso lo que se vive en el Camino que pasaría por esto mil veces. De hecho, se que volveré a hacerlo.


Con tanta emoción, se nos ha olvidado que son las 15.00h y aún no hemos comido. Hemos entrado en un bar a tomar una ración de pulpo y brindar con unas Estrella de Galicia y nos ha pasado una cosa muy curiosa. En mitad del brindis, se nos acerca un señor alemán de unos 65 años y nos enseña en su cámara nuestra entrada en la Plaza del Obradoiro. Le ha resultado tan emocionante nuestra reacción que nos ha grabado en vídeo para enseñarselo a sus amigos y su familia cuando vuelva a casa. Quien sabe, lo mismo acabamos en youtube sin saberlo como muestra de lo que siente el peregrino cuando llega a Santiago.

De ahí nos hemos ido al Hostal-Pensión Obradoiro, donde habíamos reservado una habitación cuádruple para dormir esta noche. Hostal sencillo y limpio y con sitio para las bicis, más que suficiente para descansar y estar cerca del centro. Después de la ducha, y ya con ropa más decente y aseada, nos acercamos a buscar nuestra Compostela (que no compostelana; la Compostela es el “diploma” que acredita haber peregrinado a Santiago de Compostela “pietatis causa”, mientras que la compostelana es una chica nacida o residente en Santiago de Compostela). En la mía he pedido si podía aparecer el nombre de Alicia y no han puesto ningún problema: aparece que peregrino yo pero en nombre de Alicia (vicarie pro Alessiam Molina Muñoz).

A continuación, a solucionar la vuelta a casa. Y aquí hemos tenido mil problemas, hasta el punto que pensaba que no nos podíamos volver. No había un sólo coche de alquiler disponible en ninguna empresa. Después de más de una hora buscando alternativas con la chica de información de la Oficina del Peregrino, que ha tenido con nosotros una paciencia infinita. Finalmente, conseguimos en Avis dos Fiat Punto que han sido cancelados a última hora y, aunque no parece el coche más cómodo para meter dos personas, dos bicicletas y dos juegos de alforjas, no nos quedará más remedio que apañarnos, aunque tengamos que desmontar la bici por partes.

Una vez solucionado el problema, cerca ya de las 19.00, visita a la Quintana de los Muertos, por más que vengo a Santiago no deja de sobrecogerme sobremanera esta plaza, y a la Catedral a cumplir con todo rito de un buen peregrino: tres pequeños golpes en la cabeza de la imagen del “Santo dos Croques” en la parte interior del Pórtico de la Gloria, visita a la Cripta con los restos del Apóstol y abrazo al Santo en el altar mayor. Después de un buen paseo por el interior de la Catedral disfrutando del arte que asoma en cada rincón, nos acercamos a la zona de tiendas de souvenirs para comprar algún recuerdo que llevar a casa y rápido a cenar que hoy al final entre unas cosas y otras estamos con 70 kilómetros sobre las espaldas y, aparte del maravilloso desayuno de esta mañana, una simple ración de pulpo para cuatro.

Habíamos reservado para cenar a las 21.00 en O Dezaseis, en la Rúa de San Pedro, por indicación de un compañero de empresa de Oscar de la delegación de Galicia, y la verdad es que ha sido todo un descubrimiento. Hemos cenado como auténticos animales: una vieira por cabeza, tres raciones para compartir a base de pulpo y marisco y un buen chuletón para cada uno, regado por dos botellitas de Ribeiro. Pues bien, las risas han llegado cuando viene la camarera a preguntarnos si tomaremos postre y le contestamos que no, que antes de eso queremos una tabla de quesos para compartir y otra botella de Ribeiro. ¡Estábamos famélicos aún a pesar del homenaje! Tanto, que nos han traído la tabla de quesos y antes de que tocara la mesa ya estábamos metiendo la mano como muertos de hambre. Después de eso, la misma chica muy amablemente nos pregunta si tomaremos café a lo que le contestamos que sí, pero después de una degustación de postres de la casa para cuatro. Los cocineros se asomaban al salón para ver quienes eran los cuatro descerebrados que estaban cenando de esa manera, algo aún más incomprensible viendo el tamaño tremendamente generoso de las raciones. Finalmente café, licor y sobremesa y buen paseo por Santiago para intentar digerir la burrada que acabamos de meternos entre pecho y espalda.

Para rematar el día, visitamos el pub Modus Vivendi, que presume de ser el más antiguo de Galicia, donde nos tomamos un par de copas para brindar por el reto conseguido y por los que a buen seguro vendrán.





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