lunes, 24 de junio de 2013

Bajo Peñas

El segundo día en Ainsa, elegimos Ruta Bajo Peñas, por su descripción parece divertida (a parte, algunos de los bicicleteros que nos encontramos el día anterior, nos la recomendaron) y no nos llevaremos sorpresas con su duración ya que la dificultad es más baja que País de Lobos.

Salimos de Ainsa por una pista de asfalto que avanza siguiendo un barranco y pasados unos kilómetros la abandonamos para meternos en el cauce de un río y empezar con la diversión. A partir de este momento son todo sendas de lo más variadas, tanto de subida como de bajada, sin una dificultad técnica excesiva, la suficiente para ir muy entretenido, aunque en alguna subida toca echar el pié al suelo, pero nada comparado con la caminata de la variante de País de Lobos. Incluso pasamos algún tramo, encajados en un pequeño cañón que baja serpenteando, y que no se parece a nada que hayamos hecho.

Para llegar a Oncins hay que hacerlo por carretera, no tiene tránsito pero es lo que menos nos gusta de la ruta, es el peaje que hay que pagar para poder enlazar unas sendas con otras. Sólo por eso, merece la pena y además, te sirve para poder llegar algo más fresco al punto más alto de la ruta. Oncins es un pequeño (mucho mucho) pueblo casi al pié de la Peña Montañesa, pero que como todo pueblo que se precie, tiene un bar en el que aprovechamos para descansar y tomar algo fresco ya que el calor aprieta. Justo al otro lado de la Peña, está el collado de Gullivert, uno de los puntos más bonitos que pasamos hace unos años haciendo la Epic Trail desde Pon de Suert. Una de las rutas diseñadas por Zona Zero, llega a pasar por él.

Tras el refrigerio y los kilómetros de asfalto, comienza de nuevo la diversión. Del pueblo sale un sendero con piedras y escalones por el que baja agua constantemente. Al poco tiempo de empezar a bajar, me doy cuenta de que se ha escapado el GPS por lo que hay que hacemos el camino hacia arriba buscándolo. En esta ocasión con cuesta más que en otras pero acaba apareciendo... y funcionado!


La ruta regresa hacia Ainsa por tramos que te permiten ir rápido, algunos tienen bastante piedra y escalones, con la dificultad justa para que te permitan seguir manteniendo una velocidad constante. Son tramos en los que disfrutamos como locos, incluso Pedro se pone al frente y empieza a soltar frenos más de lo que es habitual en él, zampando pedregales y pasos más técnicos sin bajar el ritmo. Bajo detrás de él sin dar crédito, es capaz de poner pié en tierra en zonas relativamente sencillas y hoy parece que le ha poseído Sam Hill, baja escupiendo piedras a su paso. Esta claro que la técnica es la base para desenvolverte con soltura encima de la bici, pero la actitud y la confianza, marcan la diferencia y te hacen disfrutar de verdad. Pedro hace toda la bajada perfecta, hasta treinta centímetros antes de llegar. El camino por el que bajamos acaba en una pista y a ambos lados de la senda, justo al  unirse, hay un talud... al que Pedro se dirige de cabeza. En el último momento ha sido la bici la que ha decidido por dónde tirar y Pedro hace un pequeño vuelo sin motor. Se queda tirado boca arriba, y cuando me acerco a ver cómo está, le encuentro riendo en el suelo, pese al viaje que se ha dado, le dura el subidón y la felicidad que le ha dejado hacer el descenso del modo en que lo ha hecho. Otra muestra más de que la bici es dura, pero que te proporciona sensaciones únicas. 


Parece que las consecuencias de la caída no han sido muchas: arañazo en la cara, rodillas, hombro y algo de dolor en un dedo. La bici tampoco tiene daños, por lo que puede seguir bajando. Ese si ya con más cuidado pues el dolor de la mano va en aumento y se va hinchando. En todo caso ya quedan a penas 5 km. Tras algún sube y baja llegamos de nuevo a la carretera que nos adentraba en el barranco y llegamos a Ainsa con tiempo para comer tranquilamente, recoger y salir hacia Madrid.

Nos ha encantado el viaje, nos deja tan buen sabor de boca y sabemos que nos queda tanto que conocer por la Zona que ya hablamos de hacernos un viaje para acá todos los años antes de verano... pero saliendo un jueves para hacer más rutas. El lunes Pedro sale del médico con la mano escayolada, el dolor de la mano era una rotura... y pese a ello, aún le dura el subidón. Cómo engancha esto.

Pese a este incidente, un fin de semana redondo: con amigos, disfrutando de caminos, paisajes, una naturaleza brutal y con todo el tiempo que queramos para montar en bici y perdernos sin prisas.

domingo, 23 de junio de 2013

Por fin Ainsa. Día 1: País de Lobos

Tras mucho tiempo esperándolo, al fin llega el viernes en el que cargamos las bicis al coche y salimos del tirón para Ainsa, con ganas de descubrir los senderos y paisajes de los que tanto hemos oído hablar, pero sobre todo, con ganas de un fin de semana enterito para la bici, con la única preocupación de disfrutar con amigos. 

Justo cuando estamos dejamos atrás Huesca y salimos de la autopista comienza una tormenta importante, vemos a ambos lados de la carretera los caminos encharcados y tememos por lo que nos podemos encontrar al día siguiente. Tenemos muy claro que muy mal tiene que estar el tema para que no salgamos. Llegamos a Ainsa, a la Zona Zero, nos registramos el el hotel y con la que está callendo decidimos quedarnos a zampar unas hamburguesas con carnes y quesos de la zona para empezar a coger fuerzas. El plan al día siguiente es hacer un par de rutas: País de Lobos con la variante y por la tarde Pueyo Soto y Badlands. Para e domingo dejamos Bajo Peñas. Cuando le comentamos el plan al recepcionista del hotel, un biker de la zona, nos mira con cara de escepticismo, lo que nos hace pensar que igual nos hemos pasado.

Amanece un día estupendo, nada que ver con la noche anterior... desayuno fuerte y deseando empezar a montar, nos tiramos al monte, a por País de Lobos. El centro de BTT valora la ruta como roja + y la variante como negra... no son muchos kilómetros así que podemos probar, nos vamos a ir a algo menos de 40 km. En un principio pensamos en hacer Viaje al Inframundo, pero era más prudente esperar a ver a qué llaman estos señores rojo y negro.

La ruta comienza por una pista paralela al río que sirve para calentar, y empezar a disfrutar del paisaje. Ninguna dificultad, lo que nos hace temer que cada kilómetro que avancemos tan fácilmente lo vamos a pagar luego... se va a concentrar toda la mala leche de la ruta. Tras unos kilómetros nos metemos en un barranco y avanzamos vadeando y cruzando el río por un lecho de roca, muy divertido. Ahí coincidimos con unos locales, mas fuertes que el vinagre por cierto, que "tiran el cuerpo" para el inframundo, nos advierten que si es el primer viaje a la zona, es un poco bestia hacer El Viaje. Mientras seguimos pedaleando por el río nos comentan que compratiremos ruta unos kilómetros, pero un minuto después, cuando nos damos de frente con la primera rampa o rampón, los perdemos, vaya ritmo llevan y van de charleta.

Ya si que nos hemos metido en harina, se suceden las rampas por senderos entre sabinas, una gozada. Tras las primeras rampas, hay algún regalito en forma de toboganes y bajadas, pero tenemos claro que hasta el km 14 o más todo será ganar altura hasta Morcat. Ya vamos teniendo más clara la dureza la ruta, pero pese a ello, disfrutamos como niños y nos animamos con la variante. Ésta merece la pena por las Pozas de San Martín, dónde nos refrescamos un poco. Por lo demás es meterle más kilómetros, sobre todo en muchos tramos de "empuja-bike, aunque siempre hay algún sendero que merece la pena. En todo caso, otra vez, nos la ahorraríamos. La idea era poder enganchar y ver el Coño del Mundo, pero es un tramo sin balizar y en el GPS se nos pasa. Cuando nos damos cuenta, decidimos que volver a cogerlo, es añadir dos horas mas a la ruta: otra vez será. Llegamos a Morcat por una pista rota que hay que tomar con calma y donde avanzar 100 m. se hace duro, sobre todo con lo que llevamos en el cuerpo. El lugar es curioso, un pequeño pueblo en ruinas en el que básicamente queda la torre de la iglesia, lejos de todo, aislado... Paramos un rato allí para descansar y charlamos con un par de chavales navarros y a la bajada con otro grupo de endureros de media España. Como siempre en el mundo de la bici, y más la de montaña, se percibe el buen rollo. 

Bajamos de Morcat y cogemos agua en la única fuente que hay. A partir de ese momento: senderos que pican para abajo y en los que empezamos a pasarlo en grande pese al cansancio, un terreno de lo más variado: bosque, rocas, monte bajo, trialeras, tramos limpios... pero siempre sendas. De vez en cuando, vamos haciendo paradas para comentar la jugada. Llegamos al fondo de un barranco y ahí nos toca portear la bici hasta que pillamos otra senda ciclable que llega a cruzarse con unos de los primeros caminos que pasamos. Ya vamos pillados de hora, son las tres de la tarde. Esto de hacer dos rutas hoy parece complicado. Aún nos quedan 10 km, y por estos parajes, eso es más de una hora. Hacemos una subida por una zona muy técnica y húmeda y a partir de ahí enganchamos con unas bajadas por losas y terreno de arenisca, muy rápidas que son una maravilla. 


Llegamos a Ainsa bastante pasadas las 4 de la tarde. Manguerazo a las bicis y a comer....¡Ja! después del palizón, a estas horas no hacen comida, así que pedimos en el bar que nos calienten lo que tengan en la barra para tapas. Nos comemos las peores alitas de pollo y croquetas que seguramente hayamos probado, pero después de casi 8 horas de pedal, se dejan comer. Lógicamente, de la ruta de la tarde ni hablamos. Si no hubiésemos hecho la variante, igual hubiera sido posible. Ahora entendemos la cara del recepcionista del hotel cuando conoció nuestros planes.

Por la tarde, paseo por el pueblo, cañitas, copa y cena copiosa con buena carne de la zona. No nos quedamos a comer en la parte turística del pueblo y optamos por una terraza con parrilla dónde damos buena cuenta de la carne de la zona y pacharanes de rigor. Todo lo necesario para acompañar una buena convesación y compañía comentando cómo ha ido el día, pensando en el de mañana e incluso en cuándo volvamos el año que viene.

Mañana Bajo Peñas.
Ah! y más imágenes en el fotolog Ainsa.