lunes, 20 de enero de 2014

Mucho más que dar pedales.

A veces me gusta salir a montar sin tener una ruta prevista y dejarte llevar según lo que te vaya pidiendo el cuerpo: rodar tranquilamente, enlazar senderos sencillos y divertidos, o las mejores bajadas de la zona... incluso perderte a propósito para ver qué te encuentras, más de una vez en una de estas, he encontrado algún tramo que ha pasado a la colección de favoritos o que te abren posibilidades para hacer variantes de las rutas más habituales. Tiene gracia perderse un poco.

En una de las últimas salidas en solitario, con una tarde lluviosa pero agradable, mientras buscaba cómo perderme (extraña expresión) y la bici me llevaba por unos derroteros a la cabeza me empezó a llevar por otros. 

Siempre he sentido que hacer mountain bike es más que practicar un deporte (incluso esto sería lo de menos...), para cada persona puede suponer cosas diferentes, aunque en el fondo todas sean más o menos las compartidas, cada uno puede disfrutar con estilos o rutas diferentes, pero en todos subyace lo mismo: seguir jugando, superarte, disfrutar de un paisaje, los amigos, un viaje, un reto, una subida que parecía imposible, conseguir trazar bien la curva que siempre se atraviesa o un tramo en el que sientes que todo fluye, que las cosas salen sin pensarlas... Muchas sensaciones y emociones, algo que engancha.

También, por cierta deformación profesional y por mi propia experiencia, he visto siempre en la bici y lo que le rodea una herramienta de educación y desarrollo personal con un potencial enorme. Hacer mountain bike ayuda a que casi sin darte cuenta, incorpores hábitos, forjes actitudes, desarrolles habilidades y competencias personales que hoy en las empresas son la base de las personas con mayor talento (cuándo a esa actitud y voluntad, además se le añade el saber hacer). 

Montar a nivel "amateur", supone comprometerse, planificar, enfrentarse a situaciones en las que tirarías la toalla pero en las que aprietas y acabas llegando, superar momentos duros por frustrantes que puedan ser y disfrutar de haberlo conseguido. Supone trabajo en equipo (cuándo sales en grupo) y competitividad con uno mismo, buscando mejorar y superarse. En la bici, hay respeto, compañerismo, paciencia, perseverancia y optimismo (que cuándo a uno le falta, se lo prestan los demás). Lo increible, y es por lo que pienso en su potencial en educación y desarrollo, es que por una parte todo esto no se consigue a través de un proceso costoso y desagradable, sino que se consigue disfrutando; y por otra parte, que todas estos hábitos y actitudes que son la base de los profesionales que más éxito tienen (y no entendamos por éxito sólo una cuestión económica, jerárquica de estatus, el éxito es otra cosa). Es algo valorado, demandado y necesario.

Todo esto me fue llevando a pensar en cómo sacar partido y aprovechar las oportunidades que ofrece la bici como medio de aprendizaje tanto en el desarrollo de profesionales, como en una vertiente más social, aplicada a programas educativos... y bueno, ideas hay, quién sabe si habrá la determinación para ponerlas en marcha...

Casualmente a los pocos días de hacer esta ruta, me topé con una pequeña conferencia de un profesor Israelí de Ciencias de la Computación, Shimon Schocken (fundador de una Universidad, y pionero con los MOOC), que me reafirmó en estas ideas. Shimon utiliza el mountain bike en Israel en programas de liderazgo y desde hace 4 años para ayudar desde un punto de vista educativo a chavales de un correccional, algo nada fácil. Merece la pena conocer su experiencia, os dejo el vídeo de su presentación. Una envidiable y admiable iniciativa.