lunes, 4 de agosto de 2014

Intento a Peñalara

Desde hace tiempo tenía ganas de subir a Peñalara, el punto más alto de Madrid, en bici. Sabía que algún tramo me tocaría cargar con la bici, pero bueno, sólo era cuestión de ir con clama y no andar con prisas; si hay un momento para hacer esto, es verano, aquello está alto y el resto del año es más posible encontrar nieve o mal tiempo. 

Ya que desde casa está lejos y dispongo del día entero, planifico una ruta para ponerle algo más de gracia a la jornada. A toro pasado, un poco locura teniendo en cuenta mi estado de forma. La idea es salir de la estación de Navacerrada, subir a la Bola del Mundo, bajar a Cotos, afrontar Peñalara y comer arriba, desde ahí descender más de 1000 m. del tirón hasta el puente de la Cantina y subir de nuevo a Navacerrada.

Con este plan, empiezo a pedalear a las 10 de la mañana, con mucha calma por las rampas de la Bola. Pese a que lo quieras afrontar casi como un paseo, algunos tramos tienen pendientes muy fuertes que hacen que el corazón se ponga a tope. Mientras subo, pienso y me asombra cómo en la Vuelta a España, pueden acabar una etapa aquí y ser capaces de subir con toda la tralla que ya llevan en el cuerpo, es sobrehumano... Una vez arriba, me regalo un rato disfrutando de las vistas sin prisas, es un lunes de agosto y pese a ser un lugar muy frecuentado por aficionados a la montaña, apenas me cruzo con un par de personas. Es una gozada disfrutar de las vistas y el silencio.

Tras el merecido descanso, bajo la tija, suelto suspensiones y a bajar hasta Cotos. Los primeros tramos son un auténtico pedregal, parece que hayan volcado un camión de rocas, hay sitios en los que apenas se ver el suelo, pero lo tomo con tranquilidad e incluso paro para hacer alguna foto. Llego hasta uno de los remontes de Valdesquí y desde ahí a Cotos, a Venta Marcelino para avituallarme con un señor bocadillo que me zamparé en la cima de Peñalara. 

Después de comer una barrita, y beber bien, con mi bocata en la mochila y la ilusuón de empezar a subir Peñalara, empiezo a pedalear por la pista que va hacia las lagunas y he aquí mi sorpresa... una amable guardabosques (o como se llame), sale a mi encuentro y me dice que no está permitido subir en bici. Ufff mi gozo en un pozo. Imposible.

Ante esta situación, sólo puedo seguir la ruta como si bajase de Peñalara, hasta el Puente de la Cantina.  Es una pena no haber podido subir pero queda ruta por disfrutar. El descenso por el bosque es una auténtica gozada, una bajada que permite disfrutar mucho más que la de la bola. Hay tramos en los que incluso me doy la vuelta para volver a repetirlos. No confío mucho en el track que llevo, no coincide muy bien con la senda que llevo, pero está claro que tiene que ser la buena, es la dirección adecuada y por dónde marca el track no hay pista. Tras unas cuantas paradas para hacer fotos, llego al puente en la vertiente segoviana del Puerto de Navacerrada. En este punto pienso que la ruta está prácticamente acabada, que toca subir y se acabó: error. 

Cruzo la carretera y empiezo a subir por una senda, con algún tramo que obliga a echar el pie a tierra y otros en los que se cierra por completo con arbustos y maleza. Llego a una pista que se agradece, ya  que puedo subir un poco más descansado, pero aquí el track o mi gps empiezan a volverse locos. El track abandona la pista y sube monte a través por lugares en los que ni se intuye la senda. Como ya había fallado anteriormente decido no hacerle caso y seguir en la pista que va ganando altura y en dirección a Navacerrada, muy desencaminado no puedo ir.

Poco más adelante la pista se acaba y empiezo a encontrar rampas en las que me toca empujar, la pendiente es imposible, voy parando a descansar, fotos, disfruto del bosque... pero me queda la sorpresa final: la senda acaba en la pista de esquí de el Bosque. El principio es suave pero se lo que me espera, hace unos meses haciendo el camino Schmidt vi a un ciclista pasando penurias para subir por ella. Vaya loco, pensé en ese momento, cómo se le ocurre meterse ahí... Pues ahí me encontraba yo. La inclinación era brutal y el terreno complicado para andar y pisar en firme. Tardo casi 50 min en subir la pista, y no creo que llegue a 600 m de longitud. Haciendo zetas para poder ganar altura llego hasta el camino Schmidt. Esto si que es el fin de ruta, desde aquí, es un paseo hasta Navacerrada.

No quiero pensar cómo habría sido acabar así la ruta si llego a subir a Peñalara, hubiera llegado de noche... menos mal que iba con calma. 







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